Parada muy necesaria si quieres probar el mejor bocata de calamares. Pero igualmente necesario es acudir al Brillante para que te arrope ese entorno tan Madrid. Un bar clásico, de toda la vida, donde nos gusta tomarnos el primer café del día, saludar al camarero impecable que siempre está con una sonrisa y dispuesto a hacer de ese momento, el mejor momento del día. No dudéis en visitarlo, si tenéis la oportunidad.

El epicentro de esta gran ciudad, nos encanta pasear por la calle más concurrida y a la vez más divertida, empaparse de vida y diversión desde Gran Vía como punto de partida, bajaremos por Callao, esa esquina con un toque neoyorquino que le dan esas pantallas que consiguen hacer de día la negra noche. Continuaremos hasta la Puerta del Sol, donde el Oso y el Madroño nos dan la bienvenida, y Tío Pepe nos saluda desde arriba.

Y al final, la historia castiza nos retiene, nos rodea, nos atrapa en la monumental Plaza Mayor. Allí reconocemos no tan solo la historia de Madrid, sino también la de España. Por un momento nos trasladamos a todos esos pueblos manchegos donde la plaza del pueblo es el centro, el mercado, donde todo se cuece. Y nos encanta pensar eso en una de las ciudades más grandes de Europa.

Picamos algo en el Mercado de San Miguel y seguimos callejeando por el barrio de las letras, un barrio que deja atrás el bullicio, y nos invita a conocer las calles que guardan los secretos de los grandes escritores del siglo de oro de la literatura española, allí vivieron, allí se inspiraron desde Lope de Vega a Valle-Inclán.

Callejear, perderse por sus calles adoquinadas, es entrar en librerías antiguas, tiendas de sombreros o pastelerías centenarias.
No dejes de tomar una caña en la Plaza de Santa Ana antes de seguir conociendo la ciudad.